miércoles, 10 de febrero de 2010

La cinta blanca

La cinta blanca
“Das weisse Band - Eine deutsche Kindergeschichte”



Les Films du Losange
Wega Film
X-Filme Creative Pool

2009/145 minutos/AUSTRIA-ALEMANIA
http://dasweisseband.x-verleih.de/

Reparto: Susanne Lothar, Ulrich Tukur, Burghart Klaußner, Josef Bierbichler, Marisa Growaldt, Steffi Kühnert, Michael Schenk, Janina Fautz, Michael Kranz, Jadea Mercedes Diaz, Theo Trebs
Fotografía: Christian Berger (B&W)
Música: Varios
Guión: Michael Haneke
Dirección: Michael Haneke



“Hacía más de diez años que trabajaba en el proyecto. Mi principal objetivo era presentar a un grupo de niños a los que se inculcan valores considerados como absolutos, y cómo los interiorizan. Si se considera un principio o un ideal como algo absoluto, sea político o religioso, se convierte en inhumano y lleva al terrorismo. También había pensado en otro título para la película, La mano derecha de Dios, ya que los niños aplican al pie de la letra los ideales y castigan a aquellos que no los respetan al cien por cien. Por otra parte, la película no habla solo del fascismo, sería una interpretación demasiado fácil al transcurrir la historia en Alemania, sino del modelo y del problema universal del ideal pervertido. (…) No hay nada que explicar. Mi principio siempre ha sido hacer preguntas, presentar situaciones muy precisas y contar una historia para que el espectador pueda buscar las respuestas por sí solo. En mi opinión, lo contrario es contraproducente. Los espectadores no son compañeros de trabajo del director. Me esfuerzo mucho para obtener este resultado. Me parece que el arte debe hacer preguntas y no avanzar respuestas que siempre me parecen sospechosas, incluso peligrosas.”

Michael Haneke



Semilla de maldad
Una película de dos horas y media, en blanco y negro, calificada de autor, sin efectos especiales, llevada al ritmo cadencioso de una pieza de música clásica lánguida, triste, seria y refinada… tiene todas las papeletas para darse la hostia padre en la taquilla. Pero no. He aquí que “La cinta blanca” (que es todas éstas cosas y muchas más) está teniendo un considerable éxito de recaudación, que haría palidecer al productor americano más recalcitrante, y bien que nos alegramos. Porque siempre es motivo de celebración (una suerte de justicia poética), no me lo negarán, ver como una obra arriesgada y con algo que contar mete el morro entre multipublicitados “tres-des” y gaitas ruidosas varias. Que “no es cine todo lo que reluce”, como leía hace poco en alguna web…



Bueno, vayamos por partes. Lo primero que llama la atención de la propuesta de Haneke es su fachada visual. Rodada en un imponente blanco y negro, el maestro alemán convierte cada plano en un cuadro recio, solemne, y en el que no sobra absolutamente nada. La puesta en escena, tan estudiada y medida como austera, es una fiesta (sin una sola risa) de la sugerencia. Mezcla una y otra vez el travelling invisible con los planos fijos, de cemento armado, que transmiten los sentimientos contenidos (reprimidos) de cada uno de los niños (y adultos) con una naturalidad aparentemente fría y distante, pero que va calando como una manta mojada, y que le dejan a uno literalmente atado a la butaca. La narración está orquestada en una sucesión de abundantes planos-secuencia, no demasiado largos, que se rematan con algunos sutiles fuera de campo. Secuencias como toda la terrible liturgia del castigo a los hijos del Pastor (ese travelling por el pasillo hasta la puerta que se cierra), o el descubrimiento del cuerpo del padre campesino por parte de su hijo en el establo, son claros ejemplos de ésta concisión narrativa. Hay que decir que ésta factura formal, alejada de cualquier acento puramente estético, no es, en absoluto, simplista, sino más bien un ejercicio de virtuosismo callado, nada ostentoso pero igualmente brillante al de otros directores con el ombligo y la chequera de mayor tamaño. La matizada fotografía en blanco y negro permite el juego de contrastes que subyace entre el paisaje exterior, con esa nieve tan blanca que cubre el pueblo como un velo que ha de recordar a sus habitantes la supuesta pureza e inocencia de su sociedad (el mismo efecto espejo, de mascarada, que supone la cinta blanca que han de portar los niños), y en el que se incluyen los trajes y modales refinados e inmaculados de los representantes de la alta sociedad… Y los ajados rostros de los personajes, que, estos sí, dicen la verdad. Ya sean estos jóvenes o viejos, sus miradas, sus arrugas, o cualquier rasgo definido en sus caras, actúa sobre el espectador como ventana abierta, como abismo por el que asomarse a las auténticas emociones, dolores, o miedos, que atrapan a los habitantes del pueblo. Todo el mundo, incluido ese profesor que parece ideológicamente más libre (y por eso más solo), permanece encerrado su propia jaula de inevitable sumisión, bien sea por la posición social, el status económico, la jerarquía familiar, la tradición, o la educación religiosa. Todos excepto uno: el niño discapacitado. Él es, si se fijan, el único al que se le permite jugar y reír libremente. Como si no contara. Para todos los demás no está permitido.


Una cosa es clara: Haneke tiene una opinión, pero es evidente que no pretende enjaretarnos un discurso panfletario anti-fascista. Su película no es, en éste sentido, doctrinal, ni queda tampoco claro que el propio director se identifique realmente con uno solo de sus personajes. Yo diría que se reparte en detalles concretos de cada uno de ellos. Creo que lo que sí pretende es cuestionar el poder/daño que va ligado a un determinado modelo de educación jerarquizada, basado en la represión de los sentimientos y en la interiorización del uso del dolor (castigo) como mal necesario para purgar el ideal cristiano de la culpa. Culpa que surge irremediablemente del absolutismo, claro. Porque si una idea no es presentada, transmitida o vivida como una verdad absoluta… tampoco puede nada, ni nadie, contravenirla. Y entonces se pierde la claridad de sus referentes. Por eso se radicaliza, porque si no tenemos un ideal absoluto de pureza y de bien, no tenemos un contrario al que castigar y condenar. Y eso conllevaría la pérdida de control social sobre nuestros semejantes.


Como todos sabemos -viene a decirnos-, los niños son esponja y espejo. Aprenden por asimilación. No estudian, sino que respiran, la sociedad en la que crecen. Asi, el conjunto de pautas represivas asociado a ésta educación que reciben, acaba desarrollándose según sus propias normas. Evoluciona o involuciona (lo mismo da) con el aprendizaje y el discurrir vital y social de cada generación, fabricando claves e ideologías absolutistas nuevas que pueden tener (o no) que ver con las que guiaron antes a sus padres. En el contexto concreto en que la película se presenta -los albores de la primera guerra mundial-, no puede ignorarse la evidencia del inequívoco germen del posterior fascismo. Aunque es cierto que las preguntas que Haneke plantea son intemporales, no exclusivas del nacimiento de la Alemania Nazi, y pueden extrapolarse a cualquier otro tipo de sociedad y contexto histórico o ideológico, ya sea éste político, económico, o de cualquier otra índole.


Tampoco quiero engañar a nadie: “La cinta blanca” es una gran película pero es difícil, seca como una lija, compleja y pausada, casi contemplativa, y no es para todos los gustos. No es imprescindible (aunque ayuda) conocer el trabajo anterior de su director para saber lo que uno se va a encontrar. Porque si no se está familiarizado con un tipo de cine que obliga a pensar y a preguntarse, e incluso a dudar sobre lo que está viendo (esto no es sota, caballo y rey, amigos); a mirar más allá, detrás de las imágenes y de las palabras y de los silencios… es mejor no entrar en la sala. Así de claro. A mí me entusiasmó, pero hay que decir también que el cine estaba sorprendentemente abarrotado, y la gran mayoría del público salía cabreado, aburrido, indignado, o todas éstas cosas juntas.


Posiblemente -y esto es solamente mi humilde opinión-, estemos ante una obra maestra imperecedera del cine europeo, que el tiempo deberá juzgar y poner en el lugar que le corresponda… Pero yo que ustedes me preguntaría seriamente acerca de lo que esperan encontrarse en la oscuridad de una sala de cine, antes de sentarse en una butaca pagada (y no es barato, precisamente) para ver un pase de “La cinta blanca”. Avisados quedan.

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