lunes, 17 de noviembre de 2008

La exposición de Sorolla (por Alberto Arzua)



Hasta el 18 de enero de 2009 se pueden contemplar en el Museo de Bellas Artes de Bilbao catorce cuadros enormes del pintor valenciano Joaquín Sorolla. Los realizó al final de su muy prolífica carrera artística (en una ocasión llegó a exponer en París más de 500 cuadros), a petición de una sociedad hispánica estadounidense, y con la intención de dar una visión lo más completa posible de España. Se demoró siete años en completar el encargo aunque, visto el tamaño de las obras, no nos extrañaría que hubiera tardado el doble.

Estas macro exposiciones tienen siempre un enorme éxito de público, por lo cual, lo primero que voy a recomendar es que, si alguien quiere ir a verla, debería acercarse al museo a las diez de la mañana, cuando abren, y, a poder ser, el miércoles, que es gratis. Lo segundo que voy a recomendar es que suban un piso más y le echen un vistazo tranquilo (casi sin gente) a la exposición de dibujos de Picasso, francamente interesante. Merece la pena pasarse un rato disfrutando de las caricaturas políticas de Franco.

Lo que al gran público le encanta de las exposiciones son dos cosas.

Una, que el artista y la obra sean muy famosos. De eso se encarga el marketing. No importa que no recordemos muy bien quién era ese Sorolla. Seguro que en nuestros tiempos de instituto, en la clase de arte, el profesor no llegó tan lejos. Se solían quedar en Goya. No importa, escuchemos la radio, leamos el periódico, veamos la televisión: el más extraordinario pintor… su obra más grandiosa… una oportunidad única… nunca se podrá volver a contemplar… Este último argumento siempre me produce arcadas: lo que nadie se da cuenta es de que nada de lo que estamos viendo ahora mismo, de la manera en que lo vemos ahora mismo, lo volveremos a contemplar nunca jamás. Esto es un hecho, pero en fin, para lo que valen los hechos…

Dos, que la obra sea reconocible, que se entienda lo que pasa. Esto suele significar que el estilo debería ser realista. La gente entiende el arte cuando entiende lo que ve. Si pintas un gurruño, que parezca un gurruño. Así podrán decir: “Mira, un gurruño”. “Es verdad, un gurruño, qué bien hecho está”. “Le voy a recomendar a mi suegra para que venga a ver el gurruño”. “Merece la pena”. Y todo el mundo sale feliz de haber visto lo mismo que en cualquier maloliente solar. Esto es la realidad pero, en fin, para lo que vale la realidad… Como le oí decir a una niña preciosa delante de un Rembrandt: “No se le cae ni gota”.

Por descontado que Sorolla es un grandísimo artista, pero si de verdad te gusta la pintura y te apetece contemplar sus grandes obras, mejor harías acercándote al museo casa Sorolla de Madrid, donde gozarás mucho más con algún cuadro de mediano tamaño que con toda esta macro exposición. Los cuadros de esta “Visión de España” no son ni malos ni buenos, sino todo lo contrario: son insulsos.

El objetivo del arte (de tener alguno) es provocar al espectador algún tipo de emoción: placer, gusto, flechazo, inquietud, desagrado, comezón… Bien es cierto que la pintura tiende superficialmente a producir una emoción más mental (esto tiene mucho mérito) o más sencilla (qué bonito). Bien, pero yo el mérito se lo otorgo a los artesanos. Y la belleza es tan subjetiva…

Esos catorce enormes cuadros están pintados en un estilo llamado naturalista, lo que significa que lo representado intenta parecerse lo más posible al natural. En los cuadros vemos a personas vestidas con innumerables trajes regionales de gran colorido y serena prestancia. Supongo que con eso pretendía expresar una visión completa de España. Trajes regionales de Andalucía, Galicia, Navarra, Valencia… Estupendo, muy colorido, muy real, muy bonito (?). También salen diversos animales: caballos, toros, cerdos, pescados. Y algún monumento que otro. Espectacular.

Vas pasando de un cuadro a otro a ver si alguno te dice algo. Como mucho logras atisbar emoción en algún movimiento, en el fondo de algún paisaje, en la famosa luz del maestro, en algunos colores, en algunos certeros trazos impresionistas… Muy poca cosa para tanta tela. La gente se agolpa delante de uno cualquiera: Mira, son extremeños. Sí, sí. Y ¿qué lleva ése en la mano? Es una hoz. Ah, sí, sí, es impresionante. Y aquello, fíjate, las murallas de… Sí, sí, es increíble. Qué detalle tienen los trajes. Es enorme. Enorme. Ya le habrá costado. Es un genio, no cabe duda. Sí, sí, fíjate en el gorro aquél.

La gente disfruta. Y si la gente disfruta, no hay nada más que decir.

A la salida regalan un póster muy bonito.

Alberto Arzua

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